Una definición sencilla de lo que es la carga mental podría ser la cantidad de esfuerzo mental implícito en la realización de las actividades cotidianas, que es indispensable para su correcta realización. Para ello, ejecutamos varios procedimientos tales como la validación de la información, evaluación de tiempos y procesos, y la toma de decisiones para que la actividad se lleve a cabo correctamente.
Cuando realizamos nuestras tareas cotidianas no somos realmente conscientes de todo lo que esto implica. Algo tan sencillo y cotidiano como darle de comer a la mascota implica la evaluación de la pertinencia del alimento, el horario, la cantidad, la consideración del momento de re compra, etc. Como vemos, es mucho más de lo que percibimos.
La cantidad de tareas cotidianas de las cuales nos debemos hacer responsables en nuestro día a día, hace que tengamos la sensación de cansancio, sobrecarga, exceso de trabajo, aunque las actividades pudieran parecer sencillas.
Este es uno de los motivos de consulta frecuentes entre las familias que solicitan un acompañamiento por parte de un Coach de Familia. El caso típico es el de la madre que se encarga de la casa y los hijos y el esposo que sale a trabajar. Ella suele terminar sus días agotada, y los demás, muchas veces incluso el esposo, no logran entender porqué, si perciben su cotidianidad como algo de poco esfuerzo.
No se trata solo del hacer, sino de lo que hay que hacer para poder hacer.
¿Cuántos de ustedes han escuchado historias sobre peleas de parejas porque alguno no hizo algo que el otro esperaba que hiciera, excusándose en el hecho de no habérselo pedido?
-“¡Ya está lista la comida!”
Y al momento de pasar a la mesa…
-“¿No has puesto la mesa?”
-“¡Pero es que no me dijiste que lo hiciera!”
-“¡Ese es el problema, siempre te lo tengo que decir! A mí me toca pensar en todo”
Y si esto es constante, termina en lo que hemos venido hablando aquí: fatiga, sensación de sobrecarga, de abandono en las responsabilidades, de falta de consideración, ironías y sarcasmos, que en el largo plazo pueden pasarle factura a esa relación.
Entonces, para restablecer la armonía, no solo se trata de repartir las tareas (eso ya debería darse por hecho), sino de trabajar en equipo, en familia, para que la carga mental también se distribuya. Es por esto que hoy quiero compartir estas opciones, extraídas de los planes de acción de algunos de mis procesos de coaching familiar, para que las consideres o adaptes, en caso de que se apliquen a tu familia y tus dinámicas.
1. Dividir tareas incluyendo planeación y seguimiento.
Como dijimos antes, no solo se trata de la tarea en sí, sino de lo que hay que hacer para poder llevarla a cabo. Volviendo al ejemplo de alimentar la mascota, la persona que quede a cargo de esta tarea deberá también encargarse de establecer los horarios, las cantidades, valorar la pertinencia, tener presentes los signos de alarma relacionados con problemas digestivos, la frecuencia de compra del alimento, etc. De esta manera la tarea va atada a toda la carga mental que esto implica. Así los demás no tendrán que ocuparse de supervisar y realmente sentirán un alivio.
2. Destacar las habilidades y gustos de cada uno para la realización de cada labor.
Es claro que hay tareas para las que seremos más hábiles o que nos generan más gusto que otras. Repartir las tareas según los gustos y habilidades nos libera también de carga mental, por dos razones.
En aquello que somos hábiles, nuestro sistema nervioso ya tiene establecidos circuitos neuronales automáticos que nos hacen realizar la actividad sin mayor esfuerzo, incluido el mental. Por ejemplo, a la hora de supervisar las tareas, si uno de los padres es más hábil en una materia que el otro, éste debería ser quien se encargue, pues tendrá menos variables que evaluar, ya que es algo mecánico para él. El que no es tan hábil, tendrá una percepción de mayor esfuerzo al realizar esta actividad.
En cuanto a las tareas que nos generan gusto, nuestro sistema nervioso también tiene un proceso diferencial. La amígdala cerebral, una de las partes más primitivas de nuestro cerebro, hace que nos movamos por dos disparadores esenciales: búsqueda de placer y evitación del dolor. Cuando alguna actividad nos genera placer, vamos a tender a hacerla de manera óptima y por supuesto no nos va a generar la sensación de esfuerzo. Es más, nuestro sistema buscará hacerlo para generar la sensación de bienestar que le proporciona, mitigando la carga mental. ¡Aunque parezca increíble, hay personas que disfrutan lavando los platos! Así que a ellos les corresponderá esa tarea en este caso.
3. Coordinar las tareas con las actividades cotidianas de cada uno
Por supuesto que una tarea nos generará una percepción menor de esfuerzo si lo hacemos como algo ya incluido dentro de nuestra rutina. Si debo sacar a pasear al perro, después de llegar a casa, cuando quiero hacer otra cosa, posiblemente lo sienta como un gran esfuerzo. Pero si en cambio lo hago mientras salgo a correr en las mañanas, algo que es rutinario para mí, la carga mental tiende a disminuir.
Así que en este punto, al repartir las tareas, sería bueno hacer un listado de las actividades rutinarias de cada miembro de la familia y ver cuáles de las tareas son compatibles para asignar la responsabilidad.
Si la lavandería te queda en el camino de casa al trabajo, lo mejor es que te encargues de esa responsabilidad, pues para los otros implicaría un trayecto adicional, una necesidad de planear y organizar teniendo en cuenta otros factores.
4. Hablar del tema desde el amor y no desde la queja
Si estás sintiendo que la carga mental te sobrepasa, la posición de víctima es la menos adecuada para conseguir un cambio. Cuando hablas desde la queja y el reclamo, los demás pueden aceptar “ayudar” con el tema, pero la percepción será de obligación o imposición.
La idea no sólo es aliviarte a ti, sino que quien se vaya a encargar de ciertas tareas, no lo perciba como algo agobiante, pues en ese caso no hablaríamos de alivianar, sino de transferir la carga, y en el largo plazo, la queja vendrá de esa persona.
Para esto te propongo el siguiente sistema de comunicación:
-Hablo de los hechos: Hoy hice… (Enunciar todas las tareas).
– Y me he sentido: hablo abiertamente de mis sentimientos y sensaciones (cansado, exhausto, agobiado, llevado al límite).
-Por eso necesito de ti (ustedes): expresas lo que quieres conseguir (acompañamiento, comprensión, empatía, reconocimiento).
-Y para esto te pido: vas a mencionar las acciones específicas que esperas que sean asumidas por los demás (te encargues de, cambiemos esto, planeemos aquello).
– Negociación gana/gana: Expongo los argumentos que me llevarán a demostrar que el cambio sugerido es bueno para ambas partes (así yo estaré más alegre, y tu tendrás la certeza de…)
– Por último establezco límites: Esta nueva dinámica la empezaremos a implementar a partir de (fecha), de tal manera (horarios, turnos, insumos, etc.) y si no la cumplimos, la consecuencia será (lo que hayan establecido previamente).
Aquí va un ejemplo:
Hechos: Ayer pidieron del colegio de los chicos uno materiales para el carnaval. Como debía llevarlos a clase de música, me fue imposible pasar a comprarlos primero, y solo hasta que se durmieron, salí a buscarlos y terminé de alistar todo muy tarde. Por eso andaba de mal genio y no te estaba poniendo atención a las historias que me estabas contando del trabajo.
Sentimientos: Por eso hoy me siento muy cansada, con sueño y con la sensación de no tener tiempo para ocuparme de todo.
Necesidad: Por eso necesito que te des cuenta que los chicos requieren de muchas cosas más allá de lo que se ve a simple vista, de lo que aparece en los horarios.
Petición: Por esto quiero pedirte que los días que tienen actividades adicionales, redireccionemos los comunicados del colegio a tu mail, para que puedas encargarte de esas peticiones extraordinarias.
Negociación: De esta manera yo no estaré en carreras y sintiendo que no puedo con todo, y tú te involucrarás más en ese tipo de requerimientos y así optimizamos nuestro tiempo de compartir juntos.
Límites: Te propongo que hoy mismo configuremos los correos y creemos unas alarmas que te hagan estar atento los días de las actividades adicionales. Si no lo puedes hacer, hablaremos y buscaremos una solución puntual para esa eventualidad.
Espero que te decidas a poner en práctica estas estrategias y notes como la vida fluye más ligera.
“Se sentía tan ligera que hubiera sido capaz de echarse a volar. Era prodigioso comprobar lo poco que pesaba un corazón feliz.” Rosa Montero de su libro “El peso del Corazón”