«La rebelión de las madres imperfectas»



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Ruth Alejandra Ramirez Chaves
13 mayo 23
10 comments

¿Cansada de sentirte sola y juzgada como madre? Únete a la rebelión de las madres imperfectas. Lee este artículo y empieza a liberarte de la sobre exigencia.

Se acerca el día de la madre y últimamente he estado tentada a convocar una rebelión de madres imperfectas para enfrentar los desafíos que vivimos actualmente en la maternidad.

Hoy en día las madres vivimos nuestra maternidad de una manera muy diferente a la que se vivió por siglos. La diferencia entre como mi mamá y mi abuela vivieron sus maternidades no es tanta como la que vivimos mi mamá y yo. No quiero pensar en cómo será con respecto a la que vivirán mis hijas (si es que deciden ser madres).

Antes la maternidad tenía algo en común: un montón de virus mentales que te decían que la maternidad era sacrificio, fuerza y disciplina rígida para criar hijos exitosos. Que a todo precio, tus hijos debían cumplir con el plan que en tu cabeza te habías propuesto. Por supuesto estoy hablando en términos generales, porque hay mamás de antes que ya se habían unido a la rebelión de las madres imperfectas, pero claramente eran la minoría.

Hoy la maternidad te pide que críes niños felices, que sean capaces de labrarse su propio destino. Hijos que sepan ante todo tomar decisiones sobre lo que está bien o mal, y tomar posición al respecto. Y ante este cambio radical de paradigma figuramos como responsables directas las madres, que muy a mi pesar, seguimos siendo las principales encargadas de la crianza y cuidado de los hijos.   Saquemos de la ecuación a los padres, no porque no sean importantes y corresponsables del cambio, sino porque hoy ando con la maternidad purita alborotada. Pronto vendrá otra entrada exclusiva para papás y acá encontrarás el enlace para leerlo

Por más que queramos huir del modelo de madre con el que crecimos, en algún momento nos alcanza.

Cuando no quieres pero si quieres, ser tu mamá.

Cuando hoy una mujer toma la decisión de ser madre inmediatamente empieza a preguntarse ¿cómo carajos voy a hacer para ser una buena mamá? Ese se convierte en el pensamiento que martilla su cabeza todo el día, el que rige sus acciones, es su nueva “obsesión”, muchas veces incluso de manera inconsciente. Ese es el principio de una vida que algún día la llevará a militar en las filas de la rebelión de las madres imperfectas.

Entonces empezamos a buscar información porque ya lo sabemos: los hijos vienen sin manual, lo debemos construir nosotras. Y es que a muchas nos toca con los hijos como con la tecnología, “irle cacharreando” hasta aprender cómo funciona.

Y por supuesto vamos a la fuente: nuestras propias madres. Todas tenemos claro aquello que amamos de nuestras madres y quisiéramos replicar, y lo que no.

Lo primero es hacer un “análisis crítico” de donde decidimos excluir aquellos comportamientos maternos que como hijas no nos gustaban de ellas. Es más, venimos años diciendo: “Cuando yo sea mamá, JAMÁS voy a hacer esto con mis hijos”. Pero no es tan sencillo como pensamos, porque esos comportamientos maternos, eso que vimos hacer a nuestras madres, abuelas, tías, vecinas, han construido un circuito cerebral de cómo percibimos la maternidad. Es lo que conocemos, y es lo que nuestro cerebro va a elegir hacer (así no nos haya gustado), cuando se dispare en automático.

Y lo peor es que no nos daremos cuenta fácilmente. Nos vamos a ver un día haciendo eso que dijimos que nunca haríamos y nos daremos palo por eso. Y así, poco a poco, y bajo la premisa del ensayo y error, iremos construyendo nuestra propia manera. Porque nos correspondió ser esa generación de transición, a la que se le exige desvincularse del paradigma de crianza antiguo y adaptarse al moderno, a la velocidad de la luz, de manera perfecta, sin chistar, y sobre todo sin que nadie te lo enseñe.

Tanta variabilidad en los modelos de crianza agobia y confunde.

La rebelión: ser madres imperfectas y salirse del molde

Continuando con nuestra búsqueda de ser esa “buena madre”, pasamos a nuestro círculo de amigas mamás. Ya no más del viejo paradigma, sino buscamos nuestros pares, esas que están pasando por lo mismo que nosotras. Lo que no nos esperamos es encontrar tantísima diversidad en las formas de crianza. Resulta tan abrumadora la cantidad de cosas que hacen de manera diferente las madres de una misma tribu, que resulta muy difícil elegir, identificarse, no hay consenso. Y allí nace la primera semilla de la rebelión, cuando nos damos cuenta de que los moldes no se hicieron a nuestra medida de madres imperfectas.

Entonces empezamos a picar: la comida como dijo Fulanita, la dormida como lo hace Zutanita, y las pantallas a la manera de Perenceja. Porque eso si , ¡Señor sálvame de caer en el modo de Aquellita! Y allí, construyendo nuestro propio popurrí, empezamos con los juicios hacia las otras madres. Porque sin darnos cuenta, nos metemos en una competencia tácita cimentada en expectativas ajenas,y donde no hay feliz ganadora. Es acá donde empieza a desboronarse la tribu. Ya no hay sororidad que valga, nos dejamos consumir por la necesidad impuesta de ser la hembra Alfa, la que mejores hijos cría, de ser el modelo a seguir.

La trampa de los gurús de la crianza

Las más “comprometidas”, caeremos en cuanto curso de crianza (con todos los apellidos modernos) nos ofrezca el mercado. Un mercado que encuentra en la culpa materna una fuente inagotable de egos que nunca estarán satisfechos. Esos que estarán de acuerdo en convertirse en abanderados de su causa, y jueces implacables de quien ose no seguirla, con tal de ser reconocidos por hacer las cosas bien como padres.

Si no practicas la crianza “respetuosa”, tu hijo no se respetará a si mismo ni a nadie y será un abusador o un abusado. Atrévete a no practicar la crianza “consciente” prestando atención, dando significado y corrigiendo cada vez que respiras frente a tus hijos. Es el camino seguro para ser un mal ejemplo. Si no practicas la crianza “con amor” eres un troglodita, y lo único que conseguirás con tus hijos es generarles traumas que jamás superarán y serán adultos infelices y violentos por culpa tuya, además del demostrarles que no los amas. ¡Y ni hablar de si no “te constelas”! Les heredarás todos los traumas de su linaje, porque tú eres la directa responsable de arreglar para ellos lo que un montón de gente que ni siquiera conociste hizo mal. Y así sucesivamente…

Antes de que me lapiden por el párrafo anterior, y para aquellos que no conocen la exageración como recurso literario, aclaro que de cada una de estas teorías hay mucho que rescatar, mi comentario va mas dirigido hacia aquellos que intentan manipular y lucrarse a costillas de que las madres nos sintamos como lo peor del mundo, frente a tanta información que nos confunde y que por demás, es difícil de aplicar. 

Y es que si no practico la crianza respetuosa es porque aplico patrones donde la dignidad de mi hijo se vulnera, si no aplico la positiva, entonces es maltrato, si no lo hago al modo “consciente” no estoy lo suficientemente implicada y dejo el futuro de mis hijos al azar. No hay forma de ganar, de sentir que medianamente lo estás haciendo bien. Sobre todo en este mundo mediático y acelerado, donde cada instante de tu vida se juzga porque siempre habrá quien te diga que lo estás haciendo mal.

¿Se puede amar ser madre y rebelarse contra la maternidad?

Las madres de antes gozaban del beneficio de un único “modus operandi”: los hijos se crían así y ya. Simplemente seguían un standard y todo el mundo reconocía lo bien que lo hacían, lo buenas madres que eran. Nosotras no.

Nosotras estamos bajo el ojo de mil lentes, cada uno más agudo que el otro, que nos pone la etiqueta de “mala mamá” en diferentes tonos, tamaños, idiomas y caligrafías (por si nos queda faltando).

Y no falta el que ahora mismo esté diciendo “¿quién la manda a tener hijos? Porque siempre será más fácil culpar a las madres por sentirnos como nos sentimos, que aceptar que la sociedad ejerce una presión que solo puede ser sostenida por verdaderas guerreras.

Porque si me lo preguntan, amo con todas las fuerzas de mi corazón ser la mamá de mis hijas. Amo verlas crecer, amo las personitas en las que se están convirtiendo, amo mis días locos y ajetreados. Amo que me busquen con la mirada con esa certeza en sus ojos de encontrar las respuestas en los míos. Pero me sabe a cacho la construcción social que hoy en día se ha hecho sobre la maternidad. Esa construcción de sobre exigencia, de competencia, de perfección hacia afuera, de indiferencia ante la transformación que ser madre implica, de abandono en el proceso más importante de la vida que es formar personas, en la que las madres somos protagonistas para cargar con las responsabilidades y villanas al momento de evaluar nuestros resultados.

Y es que la maternidad de hoy en día está basada en las renuncias de las madres. Porque nos han llevado a pensar que la “buena mamá” renuncia a todo por el amor a sus hijos, incluso a ella misma. Y vamos por la vida renunciando a ser algo más que mamá, como si la M de mujer se perdiera al concebir . Si quiero trabajar renuncio a pasar tiempo con mis hijos y criarlos a mi modo. Pero si me quedo con ellos renuncio a mi crecimiento profesional. Si decido criarlos de manera “respetuosa” renuncio a mi libertad emocional para meterme en el rol del auto control y la contención del niño, olvidándome de mi. Renuncio a evolucionar a mi ritmo, para hacerlo al ritmo de las exigencias de los nuevos estándares de crianza.

Te regalo un espejo en el día de la madre.

El espejo que toda madre necesita en la rebelión de las madres imperfectas.

Hoy en el día de la madre ,pienso que el mejor regalo que podemos recibir es un espejo. Pero no uno de vidrio, ni con aumento, ni luces alrededor. Un espejo de otras madres donde nos podamos ver reflejadas y dejar de sentirnos solas en esto.

Un espejo de una madre que falle como yo, que se sienta tan imperfecta como yo. Una mamá que llore y pierda el control como yo, que se sienta culpable tantas veces como yo. El espejo de otra madre que también se sienta cansada, que se haya sentido juzgada. El de una mamá que haya llegado a su límite y que aún así, se levantó al otro día para continuar. Ese espejo de una madre que lo intenta cada día, que persiste y resiste. De esa otra madre que se queja porque se reconoce imperfecta y vulnerable, que se atreve a pedir ayuda. El de esas madres que extrañan tantas cosas de su vida de antes pero que aún así no cambiarían por nada del mundo su caótica vida de madres. Un espejo de esas madres que aman como solo las mamás sabemos amar.

El espejo de la empatía y la sororidad.

El abrazo de las madres rebeldes

Por eso hoy abro mi corazón así, porque si te reconoces en alguna de mis palabras, quiero abrazarte y decirte que no estás sola. Hoy quiero abrazar a esas mamás que tienen días en que se sienten desbordadas por la maternidad y la crianza, pero que aún así aman con locura a sus hijos.

Quiero también abrazar a esas mamás que ya no pueden abrazar a sus mamás, o que tiene una mala relación con ella. Abrazo a esa mamá primeriza que se siente perdida, que quizás está atravesando una depresión post parto, o que está criando solita, sin red de apoyo. Acá estoy. Y le mando un abrazo muy especial a esa mamá que ha pasado por el inmenso dolor de perder un hijo, porque solo las que hemos pasado por ahí sabemos lo que duele. A esa mujer que anhela ser madre y aún no ha podido, a aquella que está pensando en adoptar, también le comparto mi abrazo de esperanza, porque ese llamado del corazón será escuchado.

Porque hoy no solo necesitamos el abrazo de nuestros hijos. Hoy necesitamos el abrazo de otras madres que como tú o como yo, viven de manera real, cruda, y fantástica, esta montaña rusa de la maternidad.

Te dejo el enlace del curso favorito de las madres que acuden a mi consulta: Programa a tus hijos mientras duermen

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Comments

  1. Me ha gustado mucho tu ejercicio, me atrevería a llamarlo una Catarsis con pantalones a tantas cosas que se saben de un lado pero no de forma general sobre maternar. Tus palabras más que acertadas reflejan para mi hoy grandes conflictos de quienes estamos en este ejercicio, si bien unas con más kms y otras no tanto tus palabras calan en esas heridas que se tejen en nuestro corazón. Gracias por compartir.

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  2. Se me escurrieron las lágrimas leyéndote… Gracias por este post. Siento que las madres tenemos hoy en día una carga muy pesadas quenos pide ser perfectas en todo y que si nos quejamos es porque no queremos ser madres o no queremos a nuestros hijos.

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  3. Adelaida Morales

    Las madres tenemos muchos dolores del diario que nos toca callarnos porque nosotras mismas no nos permitimos fallar o porque la sociedad nos pide que seamos perfectas y que no hablemos nada de lo que nos afecta, así nos tienen mas sumisas. Pero no somos perfectas, hacemos lo que mejor podemos y muchas no tenemos quien se ocupe de nosotras.

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  4. Roberto

    No pues!!! Que sufrimiento ser mamá!!! Mi madre tuvo 6 hijos y nunca la oí quejarse de esta manera. Las mujeres de hoy que muy liberadas entonces que trabajan y hacen de todo, pero les toca hacer lo propio cuidando los hijos y les salimos a deber porque pobrecitas… Basura! Pobres hijos de hoy con esas madres tan sensibles que no les van a enseñar a afrontar el mundo real que no es dulce y blandengue como ellas.

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    • Ruth Alejandra Ramirez Chaves

      Hubiera podido no aprobar este comentario, pero lo dejo solo con el fin de probar mi punto. Comentarios como este me confirman que cada vez es más necesario visibilizar la forma como vivimos la maternidad y tomar acción masiva y determinada para que nuestra voz sea escuchada.

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    • Como se nota que no leyó el artículo…. Y cito:
      «Antes la maternidad tenía algo en común: un montón de virus mentales que te decían que la maternidad era sacrificio, fuerza y disciplina rígida para criar hijos exitosos. »
      Esa era claramente su mamá. Y el famoso «resultado» está en este comentario.

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      • La felicito Dra Ruth por atreverse a hablar así. A la mayoría se nosotras nos toca quedarnos calladas y hacer como nos digan para no quedar mal. Ser mamá no es fácil pero toca decir que si.

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        • Ruth Alejandra Ramirez Chaves

          Precisamente de eso se trata. De poder hablarlo, de saber que lo estamos haciendo bien cada una a su manera, y que no estamos solas en esto. Un abrazo.

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    • Don Roberto, ser mamá no es tan sencillo como usted lo hace ver en su comentario. Lo más seguro es que su mamá no expresaba sus emociones delante de los hijos por alguna razón, en el caso de mi abuela y mi madre no lo hacían porque no se tenía permiso y no era bien visto. Pero tenían amigas o parientes con las cuales podían hablar muy en secreto de sus situaciones. Por ello es muy probable que usted no se enterara.
      Lo otro que quisiera decirle es que uno no puede juzgar lo que no ha vivido en carne propia… Yo no podría hacer juicios sobre su masculinidad por ejemplo, ya que no se lo que es ser hombre.

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  5. Estefanía Arboleda

    Tengo todo movido por dentro leyendo este artículo. Tengo una bebé de 20 meses y si bien ser mamá ha sido lo mas bonito que he sentido en mi vida, nadie me dijo que iba a ser tan difícil. Tenía en mi cabeza una idea muy rosa, y resulta que a veces siento que desde que soy mamá todos mis días son grises, y con este artículo estoy entendiendo por qué me siento así. Ahora me toca aprender a manejar esto que siento, pero saber que no soy la única, que no estoy loca, me da una luz inmenza. Gracias, gracias, infinitas gracias, no sabes lo que leerte ha sido para mi en este momento. Dios te bendiga.

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